El teatro de la ópera fue diseñado en el contexto de la gran reforma urbana de París durante el Segundo Imperio, encabezados por el alcalde de la región de París, Georges-Eugène Haussmann. Para su construcción en 1859, Haussmann fue autorizada por Napoleón III para promover los 12.000 m² de la limpieza de la tierra. En 1861 el proyecto de Charles Garnier, quien era entonces un profesional desconocido, ganó el concurso para la construcción de una nueva Ópera en París
Dedicó catorce años de su vida a la realización de esta obra maestra, uno de los pocos edificios en la historia de la arquitectura que lleva el nombre de la persona que lo diseñó.
El Palacio Garnier fue oficialmente inaugurado el 15 de enero de 1875, con una espléndida ceremonia que incluía la presentación del tercer acto de la ópera La Juive, de Halévy, y extractos de la ópera Les Huguenots, de Meyerbeer.
El recorrido por esta majestuosa construcción comienza en
"La Rotonda de los Abonados"
Esta rotonda de poca altura se sitúa precisamente debajo de la sala de espectáculos. Su pórtico con 16 columnas acanaladas de mármol rojo de Sampans (Jura) y mármol de Italia le confiere una verdadera majestuosidad. La bóveda, engalanada con un zodíaco esculpido por Louis-Félix Chabaud (1824-1902), está adornada con arabescos. Se puede descubrir la firma del arquitecto, que marcó el edificio con su nombre en una época en la que no era costumbre hacerlo.
La élite social de París recibía a invitados en los palcos del Palacio Garnier, que alquilaba para todo el año y que ocupaba varios días a la semana. Los por aquel entonces llamados “abonados” no accedían a la Ópera por la misma entrada que los demás espectadores. Tras bajar de los carruajes elegantemente vestidos, atravesaban una doble serie de puertas giratorias que los aislaba del exterior, para entrar acto seguido en el vestíbulo que les estaba reservado antes de llegar a la Gran escalera. Una vez allí, podían admirar el conjunto decorativo más espectacular del teatro.
Abajo de la doble escalera y en el medio de un semicírculo, nos encontramos con la estatua de la Pitia, realizada por la duquesa de Castiglione Colonna (1836-1879) y firmanda con el seudónimo masculino Marcello.
La Gran escalera de Charles Garnier
Un “monumento dentro de otro monumento”
“En primer lugar, permítanme decir que esta gran escalera fue aprobada casi por unanimidad, aunque fuera un poco en detrimento del conjunto del monumento, que parece haberse condensado en este único punto: la Ópera es la escalera, al igual que los Inválidos son la cúpula, y Saint-Étienne-du- Mont es el púlpito. No me quejo en absoluto de esta condensación en un punto, que puede bastar para cubrir de gloria a un arquitecto, al igual que ganar una batalla puede bastar para cubrir de gloria a un general…”, Charles Garnier
Los escalones de la gran escalera, que van de cóncavo a convexo, están hechos de mármol blanco de Seravezza (Italia) y solo uno de ellos es recto. De esta forma, se adaptan a la curvatura de la balaustrada de ónice, cuya base es de mármol verde de Suecia, y los 128 balaustres de mármol rojo antiguo. Predomina el color y se utilizan mármoles preciosos, como el ónice y la fluorita, para atraer las miradas. Por primera vez en Francia, Garnier utiliza también jaspe del Mont Blanc, fácilmente reconocible por su color tornasolado rojo, amarillo o verde.
Se prestó especial atención a la luz, puesto que la gran escalera se diseñó como si se tratara de una sala de teatro. Así pues, desde los balcones diseminados por todos los pisos, los espectadores podían observarse y disfrutar de un agradable pasatiempo antes de la función: la ascensión de la gente importante de París, ataviada con vestidos de miriñaque, hacia el anfiteatro, los palcos de platea y la orquesta, a los que lleva la primera parte de la escalera.
El Salón del Glaciar
“A excepción de las pinturas artísticas o decorativas, esta galería presenta poco interés…”, escribió Charles Garnier. Efectivamente, el día de la inauguración del teatro, el 5 de enero de 1875, esta rotonda no estaba aún terminada. De esta forma el arquitecto se defendía de cualquier acusación de retraso en la entrega de las obras…. Desde 1888, los espectadores que durante el entreacto venían a admirar los ocho tapices tejidos por la Manufacture des Gobelins entre 1873 y 1874, eran recibidos por el busto de la bailarina Marie Taglioni (1804-1884) realizado por Laure Martin-Coutan (1855-1915). En 1889, Georges Clairin (1843-1919) finalizó la bacanal del techo y el salón adquirió finalmente el aspecto que tiene en la actualidad: un espacio fresco y luminoso, ideal para beber un cóctel o para cenar en un ambiente característico de la Belle Époque.
El Salón del Sol
En un principio, el salón del Sol debía servir de vestíbulo a la sala de fumadores. Garnier propuso el fuego como tema decorativo a dos de los decoradores de teatros más conocidos de la época, Auguste Rubé (1817-1899) y Philippe Chaperon (1823-1906), que tenían que trabajar rápido y bien para que los salones estuvieran listos para la inauguración. Entre rayos, estrellas y salamandras, hicieron brotar dorados para formar un sol cuyos rayos se reflejaban en cuatro espejos estañados en oro. Su decoración, provisional, ha pasado a la posteridad.
El Salón de la Luna
Finalmente fue el salón de la Luna el que acabó siendo de vestíbulo para la sala de fumadores imaginada por Garnier, ya que, con las prisas, se invirtió la decoración de los dos salones circulares. “Y esta es la razón por la que, si la sala de fumadores estuviera terminada, pasaríamos por el hielo para indicar que vamos a fumarnos un cigarro, y ahora pasamos por el fuego para ir a tomar un sorbete”, comentó el arquitecto, que encargó a los decoradores trabajar en torno al tema de la noche: en la composición del techo circular se pueden ver búhos y murciélagos volando en una constelación de estrellas que los espejos estañados reflejan sin cesar.
El Gran Foyer
“Debo decir que este gran foyer me parece muy bello y espacioso, y creo que no soy el único que lo piensa.”, Charles Garnier
El Gran Foyer mide 54 m de largo, 13 m de ancho y 18 m de alto. Para decorarlo, Charles Garnier colaboró muy especialmente con el pintor Paul Baudry (1828-1886), que se desplazó a Roma para copiar algunos frescos de la Capilla Sixtina. Este vasto espacio, en el que predominan las tonalidades oro viejo, se instaló en el piso más noble del teatro, cerca de los primeros palcos. Su función era servir de lugar de descanso, paseo y vida social.
A ambos lados del Gran Foyer, el visitante puede admirar dos chimeneas monumentales con unas cariátides realizadas por Charles Cordier y Albert Carrier-Belleuse, coronadas con un gran jarrón de porcelana de Sèvres, obra de Joseph Chéret. Además, Paul Baudry, galardonado con el Premio de Roma en pintura y amigo de Charles Garnier, realizó las pinturas. En el centro encontramos una alegoría de la Música, enmarcada por dos zonas ovaladas que representan la Comedia y la Tragedia. El techo también está decorado con otras figuras alegóricas, tanto musicales, como coreográficas y bíblicas. El fresco se finalizó en 1874.
El auditorio
Con 2.013 localidades repartidas en cinco plantas, la sala de espectáculos (auditorio) presenta una decoración tan exuberante que se podría pensar que está hecha solo de mármol, estucos, oro y terciopelo. No obstante, el arquitecto utilizó sobre todo hierro. Gracias a la fundición, este material permitió crear muchas aperturas que dan acceso a los palcos y, muy especialmente, posibilitó la instalación justo debajo de la Rotonda de los Abonados.
Por otra parte, si bien se considera que el Palais Garnier es el modelo del teatro a la italiana, la sala de espectáculos está diseñada a la francesa: la decoración es muy variada, los palcos son distintos en cada piso y cada categoría de butacas se diferencia de las demás por su aspecto y disposición. Charles Garnier deseó decorar él mismo la sala de espectáculos y lo hizo de manera suntuosa…. No obstante, posteriormente tuvo que negar haberlo hecho por ceder a la tentación del exceso y la opulencia, en detrimento tal vez de las representaciones, sino con el objetivo de convertir la sala de espectáculos en un magnífico escaparate, un "joyero", para ver y ser visto.
“Pónganse sus diamantes y sus alhajas, dejen sus hombros desnudos, vístanse con seda y encajes, porque serán en todo momento vistas y admiradas; me he limitado a hacer el joyero que no desluzca las joyas.”, Charles Garnier
El 23 de septiembre de 1964, se inauguró el nuevo techo de la sala de espectáculos, obra de Marc Chagall, que recubre el antiguo techo de Jules Eugène Lenepveu, conservado intacto. Esta obra fue encargada en 1962 por André Malraux, en aquel entonces ministro de Estado para la Cultura. Se trata de una de las tres pinturas más monumentales del siglo XX, con una superficie pintada de aproximadamente 220 m2. Cada parte del techo, pintada de un color distinto, rinde homenaje a un grupo de músicos.
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