Conocer la pequeña ciudad de Brujas, en Flandes al norte de Bélgica fue para mi como un cuento de hadas hecho realidad; sus canales, edificios históricos y su aire romántico evoca un ambiente mágico e inolvidable.
El anonimato que vivió Brujas durante más cuatro siglos ha hecho que sea una de las ciudades medievales mejor conservadas del mundo. Fue fundada en el siglo XI alrededor de una fortaleza del siglo IX. Hasta el siglo XV, Brujas fue una de las ciudades más prósperas del continente. Su red de canales, hizo que fuera un importante centro comercial del norte de Europa. A finales del siglo XV, cuando el río Zwin se encenagó, la ciudad comenzó una época de decadencia.
A principios del siglo XX, cuando la ciudad estaba muy abandonada y sumida en la pobreza, fue objeto de una profunda restauración, convirtiéndose en un importante destino turístico.
Actualmente, más de 3 millones de viajeros visitan sus empedradas calles cada año, convirtiéndola en la ciudad más visitada de Bélgica, por delante de Bruselas. Desde el año 2000 su casco antiguo es Patrimonio de la Humanidad.
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