Ella cuenta historias. Algunas son tristes, otras
desesperadas. Siempre llevan prendido un poco de esperanza, aunque sea líquida,
aunque sea incómoda, aunque para encontrarla tengas primero que darte cuenta de
que llevas siglos en el tramo equivocado de un camino por el que no avanzas… A
veces, sólo la ven los que la buscan, otras, sólo los que la encuentran y no
sabían que la buscaban.
Ha pasado muchos años ignorando que la querían. Ha
pasado muchos años suplicando que la quisieran los que la ignoraban.
Ha pasado demasiados años sin quererse lo suficiente
como para construir sus alas… Y ahora va con prisas y acelerada.
Escribe porque las palabras le apaciguan las punzadas
que siente en el pecho cuando el mundo da la vuelta y ella se cae, a pesar de
agarrarse con fuerza. Escribe porque las palabras calman la angustia… Porque
cuando su alma está cansada, las palabras la arrastran y empujan al punto de
partida para volver a empezar de nuevo…
Sus historias son el resultado de cada paso que tuvo que
dar para poder soportar mil noches sin tregua, de pensamientos cargados de
nostalgia, de viento huracanado y de sapos que parecían esconder príncipes pero
no escondían nada…
Ella ha aprendido a transformar su dolor en sueño, en
una casi belleza desatada y bárbara… En algo asequible para que el mundo se
de cuenta de que hay camino por recorrer y de que apenas está al
principio. Para que sepa que hay mucho por hacer y que el camino que nos espera
es el que nosotros decidamos dibujar.
No sabe nada. No lo sabe hasta que no deja fluir las
palabras y les da forma.
Amasa vientos y encierra tempestades en palabras, en
frases que se repite cuando tiene frío o está demasiado cansada para esbozar
nuevos caminos. Hay noches en que se siente como una araña minúscula intentando
recorrer la gran muralla china…
Hay días en que se mete el mundo en el bolsillo y juega
con él mientras toma café mirando el manto verde de su montaña.
Cuando está contenta, dibuja lugares que casi no existen
y cuentos donde las marionetas bailan sin que nadie mueva sus hilos. Sus
personajes son siempre libres, aunque a veces, no lo saben.
Cuando está sola, vive de sueños y si se esfuerza mucho
casi los toca. Cuando se aburre, enciende el faro y ve acercarse los barcos a
su vera…
A veces es tan arisca que ella misma se araña. A veces,
se siente tan diminuta que se cuela por las rendijas de las puertas y las
ventanas.
Cuando está emocionada sus lágrimas pesadas y densas
arrastran el pedazo de mundo en el que habita. Cuando ríe, un amarillo intenso
pinta el cielo y estalla en sus ojos de fiera encerrada.
Ella cuenta cuentos de princesas guerreras y caperucitas
malvadas… De lobos que se arrodillan, de brujas hermosas y de bestias cansadas
de ser bestias…
A veces, no puede moverse, porque su cuerpo no le
pertenece y está demasiado cansada para no recordar dónde empiezan sus
dolores y dónde acaban sus ganas eternas de negarlos… No quiere que sus
estigmas la persigan, no tolera que su equipaje le recorte la esperanza…
Hay tanta vida en sus pupilas como fuego en sus
palabras. Hay tanto sueño en su vida como nieve en su recuerdo y astillas en su
alma guerrera.
Ella camina. Quiere llegar pero, sobre todo, quiere
sentir. Quiere compartir y notar… Quiere dejar de pensar, un rato. Quiere dejar
de esperar y de estar alerta… Quiere soltarse y bailar… Que su cuerpo rígido,
sea flexible y mágico.
Ella cuenta historias. Se evade del mundo para contar
cómo es el mundo. Se aleja para sentirse cerca. Se escapa para regresar con
ganas… Se va para volver sin miedo.
Tantas veces ha quedado hecha trizas que ha cambiado de
forma, aunque no de esencia. Tantas veces ha estado rota que atesora con
orgullo sus grietas para recordar que supo remendarse.
Lo que no existe, lo inventa…
Lo que no soporta que no exista, lo imagina y lo atrapa.
Cuando ama, un atardecer malva rasga un cielo azul y
todas las palomas salen volando buscando un tejado seguro.
Cuando se siente libre, vuela sin apenas levantar la
vista.
Cuando se ilusiona, no se nota nada especial porque ella
siempre está ilusionada.
Ella cuenta historias tristes, a veces, pero siempre
tienen prendido un pedazo de esperanza…
Merce Roura
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