Llegamos desde Florencia en tren hasta Salerno, donde tomamos un autobús para ir a Amalfi, el precioso pueblo que le da nombre a la Costa Amalfitana. La carretera angosta recorre un camino muy sinuoso entre plantaciones de limoneros sobre acantilados y el mar de color intenso del Tirreno, las casas enclavadas en las laderas en un lado y por el otro el mar que se funde con el cielo en un vasto horizonte azul.
La ciudad de Amalfi fue la capital de la república marítima conocida como el Ducado de Amalfi , una potencia comercial importante en el Mediterráneo entre 839 y alrededor de 1200. Mucho después de los días de gloria como superpotencia marítima la zona empobreció y sus aldeas aisladas fueron víctimas regulares de incursiones extranjeras, terremotos y deslizamientos de tierra. Pero fue este mismo aislamiento que atrajo a los primeros visitantes en el año 1900, allanando el camino para la llegada del turismo en la segunda mitad del siglo. Hoy en día la costa de Amalfi es uno de los principales destinos turísticos de Italia.
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