Creados en
oro, plata, platino y con incrustaciones de zafiros, rubíes, esmeraldas,
diamantes además de los más refinados
esmaltes, que con diseños rococó y orientales dieron toda la sofisticación a
estas creaciones de Carl Fabergé para su mejor cliente, la familia
Romanov. Estos huevos son pequeños
testimonios del arte y la historia de Rusia, también se crearon huevos
conmemorativos de la coronación del zar Nicolás, de la inauguración del
Ferrocarril Transiberiano y de aniversarios reales.
La
historia de los huevos Fabergé comienza en 1884 cuando el zar Alejandro III
regala una de estas creaciones a su mujer la zarina María en la época de
Pascua, la fiesta más importante del calendario de la Iglesia Ortodoxa rusa, la
cual se celebraba intercambiando huevos y tres besos. La pieza gustó tanto a la
esposa del zar que se decidió que Fabergé crearía un regalo cada año para la
zarina y tendría la forma de huevo y contendría en su interior una
sorpresa.
La calidad
de los materiales, la investigación de las técnicas de la orfebrería y la
exquisitez fueron siempre primordiales para la casa Fabergé. En la elaboración
de la "cáscara" de los huevos se emplearon una gran variedad de
metales: oro, plata, cobre, níquel y paladio, combinados en proporciones
variables para conseguir diferentes colores. Como elementos decorativos,
utilizaba piedras preciosas y semi preciosas engarzadas y esmalte translúcido cya
técnica el joyero Fabergé la había
aprendido en París y Florencia.
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