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jueves, 5 de septiembre de 2013

Las Cuevas de Batu y el festival de Thaipusam


Las Cuevas de Batu, uno de los santuarios hindúes más populares fuera de la India y el punto focal del festival hindú Thaipusam en Malasia, se encuentran a  13 kilómetros de Kuala Lumpur en  una colina de piedra caliza que está plagada de cuevas formadas hace millones de años y eran  utilizadas en la antigüedad como refugio por las poblaciones indígenas Temuan.


Desde lejos, se ve la imponente estatua del dios hindú Murugan, que tiene unos cuarenta y tres metros de alto. Murugan  marca la entrada a las enormes cuevas de Batú y simboliza el valor, la vitalidad, la masculinidad y es conocido con otros nombres como Skanda o Kumara. Se utilizaron 250 toneladas de acero, 1.550 metros cúbicos de hormigón y 300 litros de pintura dorada para su realización. A su ceremonia de presentación, durante el festival Thaipusam en enero de 2006, asistieron 100.000 personas.



Los antiguos escalones de madera fueron  sustituidos por 272 escalones de hormigón que conducen a la entrada del complejo de cuevas a casi 100 metros por encima del nivel del suelo. De los diversos templos que existen en el interior de las cuevas, el más grande y el más conocido es Cathedral Cave que alberga varios santuarios hindúes debajo de su enorme techo abovedado. La mayoría de los santuarios, repletos de estatuas y pinturas, están consagrados a la historia religiosa de la deidad hindú Murugan.




El Thaipusam es un festival originario del estado de Tamil Nadu, India, y se celebra en enero o febrero, en varias regiones con población tamil. Consiste en peregrinar hasta las cuevas Batu para asistir a la procesión que porta el carro del dios Muruga o Kartikeya desde el templo Sri Mahamariamman.




En el día de la fiesta, los devotos emprenden una peregrinación a lo largo de una ruta establecida, mientras que la participación en diversos actos de devoción, sobre todo llevar varios tipos de kavadi (cargas). En su forma más simple esto puede implicar la realización de una olla de la leche, pero la mortificación de la carne, la practican cientos de peregrinos  que se atraviesan la boca, lengua, brazos, pecho o espalda con afiladas agujas o ganchos de los que cuelgan las ofrendas, que suelen consistir en frutas o recipientes con leche. Algunas costumbres más dolorosas han sido prohibidas en los últimos años debido al cruel espectáculo que suponía la laceración fanática de muchos devotos.



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